domingo, 5 de septiembre de 2010

Capítulo 5

James decidió contratar mis servicios para alimentar a San Patricio ya que Gustavo Alderette se negó a seguir con tan peligrosa tarea; además no podía hacerlo desde el hospital.
Mi amigo comió restos de carne humana y dos huevos... de gallina, charló algunas pavadas conmigo, agradeció mi visita y se encaminó hacia Lord, para continuar la investigación.

-Usted, usted -señaló a la vez que ingresaba en la sala de espera previa a la oficina de Jorge Alderette.
-¿Quién? ¿Yo?
-Sí. Usted es Lidia Fontes.
-¿Cómo lo sabe?
-Vi una foto suya.
-Lo puedo explicar, no tenía plata, era el último recurso, yo no quise posar desnuda y además...
-Me refiero a una foto que me proporcionó el señor Alderette, Gustavo Alderette.
-¡Ah! Esa foto.
-Sí, esa foto.
-¿Y usted quién es?
-Dong, James Dong.
-¡Qué bonito! Tiene un nombre capicúa.
-No, no es capicúa. Repetí dos veces mi apellido.
-¿Y por qué hizo eso?
-Una costumbre que tomé de algunas viejas películas de acción. ¿007 no le dice nada?
-No. ¿Ganó a la quiniela?
-En fin, dejemoslo ahí ¿Le puedo hacer unas preguntas?
-Depende. ¿Para qué?
-Investigo el caso de la muerte de su jefe.
-Miente.
-No miento.
-Miente. El detective que se encarga del caso se llama Juan Carlos Nosé.
-Es mi nombre.
-Usted se presentó como James Dong.
-Es mi seudónimo.
-No va a confundirme, también me dieron las señas del detective, es morocho y de pelo corto y usted es...
-Sí, lo sé: rubio y de pelo largo. Estoy disfrazado.
-Ah, bueno, hubiera empezado por ahí. ¿Qué quiere saber?
-Cuénteme qué pasó el jueves pasado.
-¿Todo?
-Todo.
-Me desperté a las cinco y media, como lo hago siempre. Apagué el despertador y fui a la heladera medio dormida a buscar mi yogur, de vainilla, sabe, y bajas calorías, hay que mantener la silueta. Me llené un vaso pero no lo tomé todo porque mi perro empezó a ladrar cuando tiraron el diario bajo la puerta, le pegué una patada, dos costillas menos creo, y me empecé a vestir. No sabía si ponerme la pollera rosa o la rosa con puntitos negros, bah que no son puntitos, son como estrellitas, más o menos, algo por el estilo. Bueno, me puse la rosa. Después fui a...
-¡Basta! Creo que me entendió mal, no quiero saber todo lo que usted hizo en el día, sólo lo concerniente a la sala de espera en el momento crucial, ¿me explico?
-Hubiera empezado por ahí. Se reunieron los directores como de costumbre, el señor Alderette se demoraba mucho y fui a decirle que lo esperaban impaciente. Se escuchó un tiro, entramos y no había nadie.
-Noto cierta diferencia entre su primer descripción y la segunda.
-¿Cuál, a ver?
-No tiene importancia. Cuando entró en la oficina, ¿dónde se encontraba el D.G (2)?
-Sentado en su escritorio, estudiando unos papeles.
-¿Arriba del escritorio?
-No sea ridículo.
-¿Qué papeles?
-No lo sé, nunca me revelaba sus asuntos.
-¿Notaba preocupado ese día al D.G?
-No.
-¿Y no le extrañó que atendiera a los directores más tarde de lo acostumbrado?
-No.
-¿Por qué no?
-Porque no me extrañó, punto.
-¿Sabe si la policía encontró esos papeles?
-Encontraron en el cesto de basura papeles quemados, tal vez fueran esos.
-¿Acostumbra a limpiar el cesto de basura?
-Sí.
-¿Esa mañana lo limpió?
-Sí.
-Entonces esos papeles fueron quemados ese día.
-Supongo.
-¿El señor Alderette fumaba?
-No.
-Entonces, ¿cómo encendió los papeles?
-Con un fósforo, un encendedor, no lo sé.
-¿Y qué haría el señor Alderette con un fósforo y un encendedor, si no acostumbraba a fumar?
-Tal vez lo llevó para quemar los papeles.
-¿Y por qué no los quemó en su casa?
-Porque yo se los entregué esa mañana.
-Entonces no podría saber el contenido de esos papeles. Por lo tanto le resultaba innecesario llevar algo para encender fuego. ¿Cierto?
-Supongo.
-Entonces le repito mi pregunta, ¿cómo encendió los papeles?
-No lo sé, no lo sé.
-No se haga la histérica, no le queda bien. Le hago otra pregunta: al oír el tiro, ¿quién entró primero?
-Entramos todos juntos.
-La puerta es muy angosta, señorita Fontes, ¿quién entró primero?
-No me acuerdo.
-¿Entró usted primero?
-Puede ser.
-"Puede ser", ¿eh? ¿Abrió la puerta bruscamente?
-Sí.
-Entonces fue usted quién la abrió.
-...Ehhh...Sí.
-Hagamos, pues, un poco de teatro. Representemos la escena en cuestión: escucha el grito de su jefe, se levanta y...
-...Abro la puerta.
-Hágalo.

La secretaria se levantó, abrió la puerta con gran violencia y luego de entonar un interesante grito tarzánico se desmayó.
En la oficina, tirado en la alfombra se encontraba Jorge Alderette, muerto de un balazo.

(2) Director General. Por sugerencia de James, decidí abreviar estas palabras para agilizar la lectura.

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