jueves, 9 de septiembre de 2010

Capítulo 6

A la entrada del hospital, detienen el ingreso de mi amigo.

-Lamento informarle que el señor Alderette se halla en reposo, señor, nadie puede verlo.
-Es importante, enfermera, trabajo para él –rogó James.
-Espere un segundito, voy a consultar con el médico a cargo.

James observó el lugar: blanco, blanco y más blanco, como todos los hospitales. Allí pasaba una enfermera... de blanco; un doctor... de blanco, un... un... "¿qué diablos le pasó a ese tipo?"

-Un paciente nuevo, dice que un desconocido hizo que su mujer se pegara un tiro, está incontrolable. Se ha intentado matar pero con tan mala suerte, que siempre sufre alguna mutilación; mas el corazón se empeña en seguir latiendo.
-¡Pobre hombre! ¿Y? ¿Qué dijo el doctor? ¿Puedo ver a mi cliente?
-Puede pasar a verlo, pero debe hablar muy bajo, y no ponerlo nervioso, fue atacado por un tigre y cualquier cosa que le diga le puede afectar de sobremanera.
-No se preocupe, puede confiar en mí.

A James le extrañaba que un simple rasguño de San Patricio pudiera ocasionar tantos problemas al hijo del D.G. Al fin y al cabo, la carne tiende a regenerarse, no es algo que había perdido para siempre, qué jorobar.
El cuarto que acogía a Gustavo Alderette era privado, excesivamente confortable... y blanco, muy blanco, tan blanco que los rayos del sol penetrantes por la ventana reflejaban su molesto fulgor en las paredes lechosas e hicieron que el cuidadoso James se tropezara con un caño de plástico, diminuto, que bombeaba suero lentamente hacia el brazo del herido. La alarma sonó enseguida y Gustavo Alderette despertó:

-¡Un tigre! ¡Un tigre!
-Cálmese, cálmese.
-¿Usted? ¿Usted otra vez?

Entraron los médicos, sujetaron al hijo del D.G y colocaron el suero nuevamente en su sitio.

-Tengo que decirle algo importante, señor Alderette - anunció James.
-Por favor, señor -interrumpió el doctor- le ruego que sea breve, el señor Alderette está delicado. Al arrancarle el suero, la vena se hizo pelota y tuvimos que canalizarlo por el culo, doloroso pero necesario. Sea lo que sea que tenga que decir, por favor, y repito otra vez, por favor, sea comedido.
-Vaya tranquilo, doctor, déjeme solo con el paciente.

Alderette, con las órbitas fuera de lugar, gritó:
-Hable Dong, ¿qué quiere? -el dolor se notaba en la voz.
-No se ponga violento, el médico dijo claramente que no puede alterarse.
-Hable entonces, estoy alterado por el quilombo que hizo al entrar.
-Le vengo a informar sobre los avances en mi investigación.
-¡Hable de una puta vez! ¿Qué averiguó?
-¿Se acuerda cuando usted llamó al atacante de su padre "asesino"?
-Sí, me acuerdo.
-Bien, recordará también que yo le dije que no sacara conclusiones apresuradas, que primero había que averiguar.
-Sí, sí, recuerdo todo. ¿Qué quiere decirme?
-Es... Quizás... Que usted es un excelente detective, señor Alderette, estamos tratando con un asesino.
-Entonces... Entonces... ¡Mi padre está muerto!
-Sí, sí, sí. Acertó, y de primera. Realmente, sus poderes de deducción me asombran... ¿Qué le pasa? Se está poniendo todo rojo... Va a ser mejor que llame a su doctor, quédese quietito.
-Mi culo, me duele el culo.
-¡Ah, perdón! Volví a patearle el suero. ¿Quiere que se lo vuelva a colocar?
-¡No! ¡Váyase!
-¿Otra vez la alarma? ¿Cómo se apaga? ¿Será este botón?
-No, animal, ese es el respirador artificial.
-Yo prefiero llamarlo alarma, es más fácil, nunca entendí esos términos modernos que manejan ahora. ¡Listo, ya está apagado!
-Yo lo mato, lo mato.
-Hable más alto, no lo escucho.
-Prenda la máqui... na... Me muero.
-¿El suero? ¿Qué dice?
-Me... mue...ro...ro...
-¿El suero? Ahhh. ya entendí, quiere que le ponga el suero otra vez. No hay problema.
-No... no me. es... tá... rom... pién... do... el... cu... lo...
-Está muy tenso, no entra. A ver... relájese, muy bien, ya quiere, ya quiere.
-Mi... cu... mi... cu...
-Listo, ya está.
-AHHHHHHHHHHHHH ........... ¡MI CULO!

Un enfermero bastante grandote, gritó desde la puerta mientras señalaba a James.

-Usted, el rubio de larga cabellera, deje el culo de ese hombre en paz.
-Está bien, doctor, yo sólo quería ayudar.
-No soy doctor, soy enfermero. Vayase ya mismo, ¿no ve que este hombre está grave? Puede morir en cuestión de instantes.
-No exagere, che. Y sí, ya me voy, no empuje. ¡Ah, me olvidaba! Señor Alderette, el entierro de su padre es mañana a las nueve en la Chacarita, no falte.

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