lunes, 23 de agosto de 2010

Capítulo 3

A veces dudé de las palabras de James. Por suerte él tenia una amplia colección de recortes de periódicos con los sucesos narrados, no existía prueba más eficaz. En un pedazo de diario: "La tragedia del 4º B" surgía como inexplicable, un sujeto que correspondía a las señas de James pero que no había sido hallado (James es un maestro en el arte del disfraz: después de ese episodio se puso una barba postiza y una peluca rubia).
Otro incidente interesante que debería narrar es el sucedido al señor Alderette con la mascota de James, acontecimiento del que fui testigo por estar, casualidad de la vida, en el departamento de mi amigo en el momento preciso. Pero lo dejo más para adelante, sigo con los hechos.
El trayecto del 4º B al 4º A era corto, comprobó James al salir. "Vecinos", dedujo, y a la vez, comprobando que su cerebro podía funcionar mientras realizaba otra acción, golpeó la puerta del 4° A.

-¿Quién es?
-Nosé, señor Coisman.
-¿Y si usted no sabe, por qué demonios tendría que saberlo yo?
-Juan Carlos Nosé.
-¿Quién?
-El detective que investiga la muerte del señor Alderette.
-Un momento, ya le abro. ¡Querida! Escondé el revolver, la Cocaína y la trampa para osos. ¡Ah! Levantá también las balas que están en el piso.

La puerta se abrió.

-Pase, pase, póngase cómodo. ¿Quiere tomar algo?
-Pipsi Cola, por favor.
-¡Querida! Cuando terminés con lo que tenés que hacer, podés traer una Pipsi Cola para... ¿Cómo era su nombre?
-Mejor llámeme Dong, James Dong.
-Bien, señor Dong, ¿en qué lo puedo ayudar?
-Usted estuvo presente en el momento en que Jorge Alderette, el Director General de Lord, desapareció. Quisiera que me contara con lujo de detalles lo sucedido ese día.
-Fue el jueves pasado. Como todos los jueves se realizó una reunión con los cinco directores y el Director General. Es nuestra obligación comunicarle las novedades, progresos, desastres, bah, toda
cosa que suceda en la semana. Ese día fue como cualquier otro: estuve en la sala de espera a las 9:15 en punto. La secretaria me dijo que esperara pues el señor Alderette estudiaba no sé qué papeles. Me senté y me puse a charlar con los otros directores.
-¿Qué directores se encontraban allí?
-Golman y Homps. Boretti llegó quince minutos tarde.
-¿A qué hora se reúnen los jueves?
-A más tardar, a las 9:20.
-¿Y a qué hora llegó el señor Boretti?
-A las 9:35, pero siempre el Director General nos atiende cerca de las 9:40.
-¿Sabe el por qué del retraso?
-No lo explicó y nadie se molestó en preguntarle.
-Prosiga.
-Esperamos un buen rato; pero al dar las 9:52:12 nos empezamos a impacientar, nunca se había demorado tanto. Homps le pidió a la secretaria que averiguara qué pasaba. Ella entró en el despacho y al rato salió diciendo que sólo tendríamos que esperar cinco minutos. 218 segundos después, escuchamos un tiro y entramos. Como sabrá, no había nadie allí.
-¿Quiénes estaban en ese momento en la oficina?
-¡Qué pregunta idiota! Boretti, Homps, Golman, Alderette, la secretaria y yo, por supuesto.
-¿Alderette? Supongo que se refiere a Gustavo Alderette.
-Claro.
-¿Y qué hacia allí el hijo del Director si no se encontraba en la sala de espera?
-Tiene su oficina pegada a la del padre.
-Usted dijo, si mal no recuerdo, que los jueves acostumbran reunirse los cinco directores. Luego dijo que en la sala de espera estaban Boretti, Homps, Golman, la secretaria y usted, ¿es esto correcto?
-Sí.
-Yo cuento cuatro directores, ¿y el quinto?
-Gustavo Alderette.
-¿Y por qué faltó a la cita? ¿No es extraño acaso?
-Para nada, siendo el hijo del Director General muy pocas veces acudía a la reunión. ¡Ah! Señor Dong, le presento a mi esposa Beatriz.
-Mucho gusto, señora.
-El gusto es mío. Sírvase, le traje su Poca Cola.
-Yo no pedí Poca Cola.
-Pero mi esposo dijo que...
-No insista, yo no pedí Poca Cola, pedí una Pipsi Cola.
-Es lo mismo.
-Mire señora, hace mucho que tomo Pipsi Cola y no me va a decir que es lo mismo que la Poca Cola.
-¿Por qué no?
-Porque la Pipsi Cola es mil veces más rica, así que o me trae Pipsi Cola o se mete su Poca Cola en ... la cola.
-Pero... ¡Querido! ¿No pensás decir nada?
-El señor tiene razón, Beatriz, traéle Pipsi Cola.
-Pero...
-Ya oyó a su esposo, vaya, vaya, busque una Pipsi Cola y si no tiene en la heladera ya sabe qué hacer.
-¿Qué?
-Poca en Cola.
-Perdone a mi señora, señor Dong. Es un poco bruta.
-¿Un poco? Yo no sé donde la gente aprende modales, ya nadie respeta a nadie.
-Sepa disculpar, no volverá a repetirse.
-Así lo espero.
-¿Y ahora qué querés Beatriz? –Pregunta Coisman extrañando al ver que su mujer regresa sin los refrescos.
-Teléfono... Lo buscan señor Dong.

Aquí entro en escena yo, que hacía un buen rato intentaba localizar a mi amigo por todos lados y sólo la providencia y el cartel que él había dejado sobre su escritorio "Estoy en la siguiente
dirección......., por cualquier problema llamar al 534-756000" logró que
pudiera encontrarlo.

-Hola, ¿James?
-¿Fabio? ¿Qué pasa? Espero que sea importante, estoy trabajando, a punto de tomar una Pipsi Cola y ya sabés como odio que me interrumpan.
-Es muy importante, aquí en tu casa está un tal Gustavo Alderette, dijo ser tu cliente.
-¿Cómo "dijo"? ¿Ya no puede hablar?
-Está inconsciente, gravemente herido. Creo que puede morir.

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